En 1899 ya habíamos aprendido a dominar la oscuridad, pero no el calor de Texas. Nos levantábamos de noche, horas antes del amanecer, cuando apenas había una mancha de añil en el cielo oriental y el resto del horizonte seguía negro como el carbón. Y en ese momento empezó todo. Ese día cuando me desperté mi hermana estaba sentada en la butaca de mi habitación.
—Estoy muy asustada, la he visto— me dijo Silvia temblando.
—¿Pero qué dices? ¿A quién has visto?— le pregunté burlándome de ella. Cinco minutos después me respondió.
—He visto a mamá.— en ese momento se me puso la piel de gallina.
—Por favor Silvia, no bromees con ese tema, sabes que a papá le molesta.—
Entonces Silvia empezó a llorar. No sabía a qué venía esa broma de mal gusto, aún así la consolé con un abrazo. Podía notar su corazón latir rápidamente, las dos estábamos confusas y asustadas.
—Yo no podría bromear con algo así, sabes que me duele que mamá muriera por mi culpa.— dijo Silvia llorando cada vez más intensamente. En ese momento supe que era cierto. Silvia había visto a mamá. ¿Era producto de su imaginación o la había visto de verdad?
—¿Cuándo la has visto?— pregunté con lágrimas en los ojos.
—La vi hablando con papá en el parque. Me acerqué y observé que tenía los ojos igual que tu. Luego la escuché reír y noté que ríe igual que tu. Entonces me fui corriendo y empecé a llorar. No sabía si contártelo pero creo que debes que saberlo.—
Yo sabía que mamá no estaba muerta, ella sólo huía de una mafia. Para que la mafia no la encontrara decidimos fingir su muerte, incluso fingimos un entierro y largos meses de duelo.
Ahora Silvia la a visto y no sé si contarle la verdad. Tengo miedo a que se enfade y deje de hablarnos a mi y a papá. En cambio si no le cuento la verdad va a explicarles a todos que a visto a mamá y eso puede provocar que los mafiosos la encuentren. No sé que puedo hacer.
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